No se trata solo de monotonía, se trata de
nuestra monótona realidad. Nos acostumbramos a hacer siempre lo mismo, cumplir
unos horarios establecidos, seguir la misma ruta todos los días y, en general,
vivir un presente que es igual al ayer. El tiempo vuela, es verdad, pero si
queremos tenemos tiempo para todo. Cada día es un suspiro efímero con algunos
instantes de eternidad. Desde que nos levantamos hasta que nos volvemos a
dormir a penas pasan unas horas, pero si nos paramos a pensar qué hemos hecho
hoy podríamos enumerar una larga lista de acciones consecutivas, aunque también
podemos traer a la mente momentos concretos, pequeños detalles, que resuenan de
una manera especial en nuestro interior, ya sea porque nos han provocado
determinados sentimientos o pensamientos, o simplemente nos han tocado el
corazón. Cada jornada está repleta de pequeños gestos que acompañan nuestra
vida. Son esos instantes los que hacen que cada día tenga algo especial, que
merezca la pena ser vivido, los que le dan color.
Pero a veces es imposible apreciarlos porque
estamos atrapados en nuestro propio mundo, en nuestra repetitiva rutina. Nos
movemos por las mismas cuatro calles de siempre, cocinamos los mismos platos
que hace unos días, las mismas actividades, la misma gente… Nos hace falta
originalidad, dejarnos llevar un poco más por lo que realmente necesitamos.
Salir a dar un paseo cuando no lo tenías previsto, modificar alguna vez tu ruta
diaria (al fin y al cabo todos los caminos llevan a Roma), probar nuevas
recetas, quedar con ese amigo al que hace tiempo que no ves, viajar para
ampliar tus horizontes, confiar en ti mismo en aquello que otras veces no lo
hiciste, dedicar algo de tu tiempo a los demás, hacer esa actividad que has
dejado pendiente para “más adelante”… Puedes hacer mil cosas nuevas, o
simplemente puedes cambiar tu actitud para levantarte cada mañana con ganas de
disfrutar segundo a segundo y hacer cada día único. Y en las dificultades hacer
realidad eso de que la esperanza es lo único que se pierde. Vale la pena
dejarse sorprender por lo que cada día nos ofrece.
Los pequeños detalles cambian nuestros cálculos