miércoles, 21 de enero de 2015

Suspiros de una rosa

Una rosa sobre la mesa. Cerca de ella hay un calendario desesperado por pasar página. Un misterio en Italia, la vida de un niño en Barcelona,  el retrato de la ternura, los bolsillos de un abrigo que transportan la esperanza, el puzle de la historia de aquella familia, travesías a bordo de un velero y muchas historias más laten tranquilas, reposando sobre la estantería a la espera de que de sus personajes puedan volver a tener vida. Por todas partes flotan recuerdos: algunos atrapados o encarnados en diferentes objetos, otros capturados en un par de fotografías; aunque la mayoría aún permanecen suspendidos en el aire. Hay música -¿por qué no?-, eterna compañera. Con un poco de imaginación a lo mejor aciertas lo que está sonando en este momento. A su ritmo navega el guardián de los sueños, puede que no sepa el rumbo y simplemente se fíe del capitán (o capitana); también puede que se dirija a donde yo, o mi subconsciente, le diga. Aunque ahora que lo vuelvo a mirar parece que va hacia el sol, dejando atrás la segura orilla y meciéndose hacia el horizonte. Un poco más lejos, se esparce el conocimiento aferrado a la azul caligrafía de estudiante. Indudable prueba de que el saber sí ocupa lugar. Unas gotas de lluvia golpean ligeramente el cristal, como queriendo llamar la atención. Fuera, un reciente “TE QUIERO” blanco tatuado sobre el asfalto que podría ser el pistoletazo de salida de una historia distinta a esta. Y, sin embargo, lo único que ilumina la habitación es el aliento de esa rosa roja en su lucha por abrir los pétalos, a pesar de que el tiempo le diga que ya es hora de empezar a marchitar.