Enseñas
qué es el amor con cada uno de tus poemas,
muestras
con cada gesto que el detalle tienes por lema.
En tu
presencia nunca faltan los brotes de esperanza:
un
caramelo para endulzar cada instante de vivencia,
una
sonrisa al saludar cada visita, siempre ansiada;
una
merienda que ofrecer al hambriento de tu mirada,
una
familia siempre abierta, reunida con frecuencia.
Tu
variada conversación acoge alegre pintorescos temas,
las minucias
del ayer son historias que mañana cuentas.
El
compás de cada paso lo marca la puntualidad acordada,
entre
paseos y tertulias, los recitales nunca se ausentan.
Tus
versos nacidos bajo los rayos del alba nos proclamas,
y divertido
canturreas cuando la suerte nos acompaña,
describes
a cada persona con la precisión de tu ocurrencia.
La
peculiar caligrafía que imprimes en tus firmas queda
grabada
en el tiempo del corazón, donde el adiós no llega.
Aún
cuando pasen lustros, décadas o siglos por mi espalda
me
seguirás sentando sobre tu regazo y con paciencia
me enseñarás
a pulsar las teclas de tu máquina preciada,
a
escribir con ternura sobre la hoja de la vida, a entregarla
a los
demás y compartir generosamente cada experiencia.
María Armas López de Vergara