martes, 29 de abril de 2014

Absorto en la inmensidad

Era ya la hora de irse a dormir pero no estabas en tu cama. Ni en tu habitación, ni en el pasillo, ni delante de la tele, ni siquiera en el ordenador. Nada más caer el sol solías ponerte el pijama, cenar cualquier cosa que hubiera sobrado del almuerzo y, con las mismas, acostarte esperando que alguien fuera a darte un beso, a acurrucarte o a darte las buenas noches. Pero esos días no eras el mismo. Te acompañaba un dolor que tus pensamientos no podían entender, quizás era la primera vez que más cercana sentiste la ausencia, la muerte.
Por eso, te encontré en la cocina, absorto en la ventana. Me contaste que ahora ella se había convertido en esa estrella que tanto tiempo pasabas contemplando, aunque no sé exactamente a cuál me señalabas.
Con esa mágica idea, tu tristeza se fue erosionando hasta convertirse en una nostalgia pasajera que aparece cuando, aún años más tarde, abres la ventana para inundar tus pensamientos de inmensidad, la inmensidad que solo te puede dar el universo iluminado con sus astros. 
Y ahora soy yo la que me sorprendo mirando al cielo cuando tampoco entiendo, como si nuestros ojos se sintieran atraídos por la luz que atraviesa el firmamento. De alguna manera me has enseñado a mirar siempre más allá de la oscuridad.




miércoles, 2 de abril de 2014

Siempre tú

Enséñame a ser como tú. Déjame aprender de ti. Siempre alegre, siempre tú. Vives solo en el presente, sin que la mente esté llena de las preocupaciones de mañana ni las peculiaridades de ayer. Para ti ahora es el momento perfecto para todo. No excluyes a nadie en tu juego, cada uno tiene algo distinto que aportar. Defiendes siempre la verdad, eres tan transparente... Te encanta regalar besos, repartir flores y cultivar abrazos.
Quiero ser como tú, niña. Haces de cualquier cosa un motivo de celebración. Tus ganas de aprender son asombrosas, parece que tu curiosidad cada vez es mayor. A veces te enfadas pero enseguida la razón se te olvida y, prescindiendo del orgullo, te acercas para pedir perdón y perdonar con total naturalidad. Me gustaría aprender de tus historias, esas que te encanta inventar, que desafían las leyes de gravedad y hablan de esperanza y amor, pero sin dejar de estar cargadas de realidad.
Pequeña y a la vez tan grande. Te fijas en cada persona que conoces, sabes ver lo bueno de cada uno. Es más, aprendes de lo que inconscientemente te ofrecen, especialmente con su ejemplo y testimonio. Todavía te sobresaltas cada vez que oyes una palabrota. Todavía no entiendes por qué unos se meten con otros.
Para ti cada día es maravilloso. Tú sí que te crees eso de que cada mañana ofrece una jornada llena de oportunidades. Y tienes tanta sensibilidad ante los demás... Te paras a escuchar su historia, da igual lo que tengas que hacer, en ese momento el otro se convierte en lo importante. Si te llaman, vas. Si necesitan ayuda, te ofreces. También me gusta cuando aún cansada vas a dar las buenas noches.
Déjame aprender de ti. Enséñame a sonreír sin tristeza, a cantar sin vergüenza, a bailar sin complejos. Yo también quiero respirar sin prisas, sin tener que parar el reloj para ello. Yo también quiero disfrutar de lo más sencillo, de lo de siempre y de la novedad. Me gusta cuando llenas los corazones de ilusión, de ternura, de sueños. Y tu cara de felicidad cuando duermes. Déjame aprender de ti.






martes, 1 de abril de 2014

Abril

Demasiado rápido has venido 
pero qué tiempo tan esperado: 
se empieza a despedir del frío 
y ver llegar, a lo lejos, el verano. 
  
Enséñame los colores que has traído, 
que los grises se han desgastado, 
no te entretengas mucho en dejarlos 
correr libres por todo el barrio. 
  
Desata la creatividad que ha escondido 
la rutina de estos noventa días del año, 
comienza a llenar todos estos actos vacíos 
en los que el sinsentido se ha acumulado. 
  
Que comience el gran estallido 
que da primavera a tus manos, 
que de alegría no sean privados 
esos rincones más desolados.