jueves, 24 de diciembre de 2015

Con sencillez

No es un remolino de cambio y dramatismo, ni la abismal sorpresa que viene con luces y brillos.
No es un gran hallazgo nunca visto ni tiene que ver con una sonrisa atornillada sin sentimientos a la piel. 
Aunque en verdad sí que es algo grande, enorme, gigante... pero solo si lo sabes ver. Y no lo camufles, por favor. Porque la verdad distorsionada empieza a tener tintes de mentira. 

Solo tiene un sabor, dulce como la miel.
No tiene precio, porque está al alcance de todos pero no hay dinero en el mundo para abarcarlo.

Lo que celebramos es algo así como el momento mágico en el que la mariposa sale de su crisálida, o toda la vida que esconde el humilde vuelo de una abeja
Así que, por favor, con sencillez ahonda un poco más y alégrate... porque tenemos mucho que celebrar.

                                                                                 
Feliz Navidad


viernes, 11 de diciembre de 2015

Simplemente...



Quiero fundirme en un mar de abrazos,
en una danza eterna,
en un amanecer susurrado.
Quiero bucear por tu mirar profundo,
por tu sonrisa inquieta,
por la voz de tu embrujo.
Quiero suspenderme en el tiempo,
en la verdad de la esencia,
en el cariño del beso.
Quiero vivir con los cinco sentidos,
con la presencia dispuesta
y respirar a tu ritmo.





lunes, 30 de noviembre de 2015

Ella

Solo lo pudo ver cuando se atrevió a aceptarse. A acoger todos sus silencios, y los de todas las preguntas sin responder que a veces brotaban de repente. Asumió también todos sus ruidos, y dejó que salieran volando por esa ventana que hacía tiempo que no podía abrir.

Se vació, y al vaciarse se encontró con todo aquello que llenaba sus ojos. Vio los brochazos azules de todos los mares que la habían bañado. Reconoció el intenso verde, el que crecía en sus pupilas, con el que la esperanza se los pintaba. Y el profundo tono de su propio ser.

Escuchó la música que sonaba en ese momento: una niña tocaba con caricias la mano derecha de su abuela, melodía capaz de llenar de paz a todo aquel que la sintiera. Y recordó que lo grande no hay que buscarlo en cosas grandes, sino que lo grande late en el corazón de las cosas más pequeñas.

Así que, con alguna certeza y un abanico de colores por descubrir –en ella misma y en los demás- decidió espontáneamente pintar su mundo, el pedacito de universo que se confiaba en sus manos.


Cuando salió por primera vez a retomar ese trabajo que inconscientemente había empezado de pequeña, con un par de botes de alegría, escucha, generosidad… y los pinceles de la ternura y la paciencia, se sorprendió al contemplar en el espejo la sonrisa más sincera que jamás había visto, aquella que no dibujaban sus labios.

martes, 6 de octubre de 2015

Hacia abajo

Se volvieron a encontrar.

Uno, un día empezó a mirar hacia arriba, soñaba con subir, subir y subir. Empezó a superar peldaño tras peldaño (y a recurrir a algunos atajos) hasta verse en la cúspide. Dejó de mirar a su alrededor, tenía la vista fija en el escalón siguiente. No veía si quiera a la gente que pisoteaba en su ansiado ascenso. Pero una vez allí, en lo más alto de todo, los atractivos que se veían desde abajo ya no brillaban tanto. Eran solo espejos que reflejaban las grandezas del suelo.

Sin embargo, al otro le encantaba ir a todas partes saltando de alegría. Era algo que le nacía desde dentro, de manera que su felicidad estallaba entre brincos a veces incomprendidos. Como en esa escalera no podía saltar con tanta amplitud, decidió ir al suelo, ponerse al nivel de cualquiera. Pero al llegar descubrió el mundo con todo su esplendor, libre, grande, esperanzado. Y la vida le enseñó que cuanto más pequeño se hacía, más crecía el mundo. Cuanto más bajaba y se acercaba a los demás, más aumentaba ese algo que le hacía brincar.

Entonces un día se volvieron a encontrar. Uno y otro habían partido desde el mismo escalón, uno hacia arriba y otro hacia abajo. Se encontraron a medio trayecto, en el origen de sus caminos ya largamente recorridos. El de arriba lloraba de soledad, y se encogía por el peso de las cadenas que le ataban -para no caerse de la cúspide de la pirámide-. El de abajo describía los rostros de cada día, lleno de la libertad de saber que la caída es pequeña, ya que más abajo no se puede estar.

Impresionados por el contraste de sus realidades, los dos decidieron bajar. Uno le enseñó la delicadeza del equilibrio al que siempre se había acostumbrado, mientras el otro le daba la mano para lograr la confianza y la bondad que uno había olvidado hace tiempo.

Llegaron a abajo y aprendieron de todos los niños que -como un día ellos- saltaban de alegría con gracia y cierta temeridad. Aunque alguno -engañado por el falso y vacío brillo de los espejos- miraba desconsolado la cúspide de la engañosa pirámide.



jueves, 3 de septiembre de 2015

Tragedia

-Di pa-pá... paaapá... ¡muy bien! ¿y dónde está tu hermano?... Ahí está, sí

Ella sujeta a su hijo -aún bebé- entre sus brazos con sumo cuidado. No puede imaginarse nada que le haga tan feliz como su familia, el pequeño tesoro de su vida. Lo pone, despacio, entre los brazos del hermano, que mira a su madre con el orgullo de saber cuidar al pequeño. Ella, encerrada tranquilamente entre los brazos de su marido, disfruta contemplando esta imagen, intentando retener cada detalle en su retina. Los dos niños se ríen con la inocencia en sus labios y los adultos se unen a la alegría, dándole la espalda, por unos minutos, a la preocupación que lleva años arrojándose sobre ellos.




Siempre papá y mamá han soñado con un lugar en el que puedan volver a trabajar, y me hablan, emocionados, de lo que estudiaré en el colegio al que alguna vez podré ir. Mamá nos enseña a nosotros y a los vecinos algunas cosas. Es divertido cuando todos vienen a casa y ella nos premia si escribimos bien todas las letras y las palabras. Pero a veces oigo susurrar a los mayores, hablan de todo lo que les preocupamos. No deberían ponerse así, olvidan que me tienen a mí. Porque en los días que fuera hace mucho ruido me encargo de que los otros niños no pasen tanto miedo. Le doy la mano a mi hermano Aylan y a nuestro primo, y si también están los vecinos me invento algún juego con ellos. A veces los tíos nos hablan de cómo eran las cosas mucho antes de que yo naciera, al parecer podían comer varias veces al día sin ningún problema. La verdad es que no sé cómo consiguen ahora la comida, cada vez es más escasa y por eso nos duele frecuentemente el estómago.




No podemos seguir así. Somos unos privilegiados, podremos salir la semana que viene. Al final lo hemos conseguido.Tenemos mucho miedo, sabemos lo peligroso que puede ser. Pero es más peligroso quedarnos aquí. Ni siquiera este mes de agosto ha pasado sin bombardeos. Queremos lo mejor para los niños, aunque ahora por ello no tengamos nada. Lo dejamos todo atrás, esperamos encontrarnos algo mejor en la otra orilla, aunque sea la seguridad y un futuro más allá de la guerra. Embarcaremos en Alihoca y dejaremos atrás el país de nuestros padres. Lo importante es que vamos todos juntos, los cuatro. 




No recuerdo nada. Sé que estaba llorando y mamá me apretaba con demasiada fuerza la mano. Los otros también lloraban. Estábamos apretados y muy asustados, hasta que volcó la barca hinchable. Papá, no te preocupes, tranquilo. Cuando nadie te quería ayudar, después de esperar tantísimo tiempo, conseguiste llevarnos a este nuevo país. Lo has conseguido, eres libre de la guerra y la miseria, aunque intuyo que queda un durísimo camino por delante. 

Papá, todo el mundo me conoce. Estoy en todas las pantallas, pero nadie me quiere ver. Papá, estoy en todos los periódicos, pero no lo dudes: muy pronto todos me olvidarán. Me ven vestido con la camiseta roja, esa que tanto le gustaba a mamá. Todos intentan olvidarme con demasiada rapidez, intentan convencerse de que no pueden hacer nada. Tranquilo papá, saben mi nombre, pero solo soy un número más de todos los anónimos, de carne y hueso, que mueren en el camino de la esperanza, en el Cementerio de Europa. Papá, ya no podré ser un superhéroe, como siempre me decía Galip. Ni tampoco podremos ir a la escuela, como le hubiera gustado a mamá. 
Papá, no sé porqué estoy tirado en la arena, ni porqué las olas que primero me tragaron después me mecieron hasta aquí. Papá, solo sé que te quiero, y a mamá y a Galip. Papá, te queremos mucho. Papá, escucha, tranquilo, no llores más. Papá, déjanos quedarnos en ese lugar que tanto te gusta, déjanos quedarnos a los tres en un rinconcito de tu herido, pero enorme, corazón. 





"A ver si Europa se entera que no hay quien ponga barreras al sueño de la esperanza,
que el alma se aferra a un sueño y el sueño mueve las barcas"



martes, 1 de septiembre de 2015

La pasajera que decidió viajar sin prisas

Gente, mucha gente. Demasiados destinos diferentes. Distinto equipaje.
Una mañana de sueño, quizás con muchos sueños. Caminos señalados, transitados con demasiada prisa. Telarañas humanas que intentan retener, atraer, entretener... y vender. Con escaparates y alarmas. 
Un posible desayuno cada vez más caro, amparado por un enchufe que daba vida al portador de las llaves de la nueva puerta por la que hay que adentrarse: la vuelta al hogar (el otro hogar).
Un cielo aún perezoso con nubes por pecas y amanecer sonrojado, ventana de los que apuran el último suspiro del café. Hay a quien le encanta este sitio, observar gente y ponerse a divagar sobre las vidas de los efímeros cuerpos que se cruzan por delante hasta desaparecer en un infinito cercano. 

Fue entonces cuando la vi. 
Supe que era ella, aunque ni siquiera levantó la mirada. La recuerdo perfectamente. Sentada, leyendo tranquilamente. Coronada por unos abundantes rizos rubios, tez blanca, rostro agradable. Nacionalidad, desconocida. Mundialidad, evidente: terrestre. 
Lo supe. No sé porqué. Era ella, lo supe al vuelo. 

La persona del título... una de las pocas (¿sería la única?) en ese día de aeropuerto.



domingo, 2 de agosto de 2015

Madera

Me temblaban las manos
como el vaivén de la madera.
Estaba yo, sola,
y de repente estaba llena,
rodeada, desde abajo
por nuevas voces
que rompían mi crepitoso silencio.
Subí la escalera y pisé sus huellas,
me aferré a la barandilla
por la que pasaron ellos.
Escuché de nuevo,
ahora eran viejos.
Demasiadas arrugas
 juntas en un cuerpo
subí, bajé, les vi sentados
 como atendiendo
intentando aprender
a los niños, a los viejos.
Y ahora yo, sola,
ocupando mi tiempo en su espacio
mi espacio fuera de su tiempo.
Su presencia es recuerdo,
vagos fantasmas,
risas sin ecos.
Dejé de ser una extraña
bienvenida pero extraña,
para ser la de siempre,
la que quizás un día
sea otro fantasma del tiempo.
Espero que por lo menos
entonces resuene mi eco
no tanto de mi risa
sino de lo que late en mi cuerpo.



jueves, 23 de julio de 2015

Aunque no sepa retratarte

Sabes que no puedo
describir la forma de tus besos
ni el aroma de tus alas,
el color de las caricias
ni el calor de tus palabras.

Sabes que quisiera
predecir, con cautela,
cada una de tus arrugas
y acariciarlas y besar
tus heridas más profundas.

Aunque nos desgaste
el tiempo, volátil e infame,
con el roce de sus años,
ni siquiera la ausencia podrá
apartarme de tu lado.

Aunque a veces el silencio
interrumpa nuestro espacio,
serán mucho más fuertes
los desapercibidos detalles
y tu mirada transparente.

Perdóname así como soy,
porque es poco lo que te doy
cuando no hay expresión
ni canto ni danza ni paisaje
que sea grande en tu interior.

Sabes que no puedo
describirte con un verso,
ni a tu estar, tu luz o tu voz.
Pero si tuviera que llamarte
sin duda, de mis labios saldría amor.




lunes, 13 de julio de 2015

FHAL

Aún tengo tu mirada
clavada en la retina.
Me persigue,
de repente aparece
como en aquellos días,
buscando, esperanzada
luz en la noche más temible.

Aún encuentro en ella
esas olas de mar sangrío
de sueños muertos teñidas
al sufrimiento, indiferentes.
No comprenden que la vida
es mucho más que un camino
que no cabe entre fronteras.

Aún recuerdo tu paciencia
llena de fe y esperanza,
y en cada ojo reflejado
lo poco que nos hace diferentes:
la experiencia de tus años,
el dolor a tus espaldas,
tu humanidad, mi indiferencia.

Aún lo recuerda tu mirar,
no solo las palabras hablan
lo importante en el fondo
es lo bueno que cada uno
guarda sin máscaras ni despojos,
lo que su corazón canta
con la verdad de su propio amar.

No sé si he aprendido
que a los dos nos brillan
con el mismo brío las estrellas.
Ni sé a dónde me llevarán
el desgarro y la impotencia,
si caerán en esa cima
donde ignoro todos los gritos.

Pero aún veo tu mirada, Fhal,
clavada en mi retina.
Me busca,
me saluda y me recuerda
lo grande que es la vida.
No sé qué encontrabas, Fhal,
en mi pobre y torpe escucha.

Espero que nunca deje
de hallarme en cada esquina,
me interrogue y despierte
del solo verme a mí misma.
Aunque no pueda una mirada
cambiar a todo un mundo,
a mí sí que me cambia…

Aún espero tu mirada, Fhal,
grabándose en mis pupilas.
Dándome un poco de tu confianza
de tu esperanza y justicia.
Que no se me olvide pronunciar
tu nombre, con toda tu vida.
Guardo tu mirada, Fhal…

 y te ofrezco la mía.




miércoles, 8 de julio de 2015

Preguntas de una tarde de verano

Hace algún tiempo, un joven tuvo una curiosa conversación con una niña -quizás no tan niña-. Mientras paseaban al ritmo del cansancio y la novedad por una ciudad cargada de historia, no sé muy bien por qué, él empezó a dibujar el sentido de las palabras. A medida que avanzaban, divertido, logró que ella le empezara hacer preguntas que -con cierto aire filosófico- él trataba de contestar. Así fue como se enfrascaron durante unos minutos en un juego de respuestas, buscando siempre sacar otra pregunta.


No recuerdo qué sucedió antes, si ella se aburrió, o si las preguntas se acabaron. 

Pero aunque el juego terminó, a él se le intuía reflexivo, hambriento de más porqués. 
De esos enraizados en la realidad. De los que despiertan algo dentro de nosotros. De los que cuando se trabajan, son capaces de removernos la conciencia. De los que te llevan a ser coherente. A ser tú mismo. Y a ayudar al otro a llevar su propia piel.

Las preguntas de una tarde de verano, despiertan mi hambre de preguntas. Tal vez, como simple espectadora, el recuerdo es un poco difuso, pero lo que me produjo escucharles empieza a despertar en esta mañana cualquiera. Tengo hambre de preguntas, tanto propias como ajenas. Que la gente se plantee. Que yo misma no sea indiferente... Por eso no te extrañes si alguna vez me ves sembrando interrogantes











jueves, 2 de julio de 2015

Cono-cimientos

Intento atraparlas mientras camino, pero las ideas se diluyen en el aire. A través de mi piel se escapan los conceptos que al ser transpirados desean, a toda prisa, experimentar la realidad de la que proceden. Con cada suspiro huyen de mí, pero al inspirar son -irremediablemente- atraídos de nuevo. Y cada paso supone un intercambio entre lo nuevo y lo que estaba ahí hace un momento. 


Lanzaremos las redes si hace falta, pondremos las cañas de pescar, construiremos las más ingeniosas trampas. No desistiremos, al final alcanzaremos el conocimiento. 


¿Y si nunca lo atrapamos? 


Querido amigo, intentarlo merecerá la pena. No hay conocimiento más verdadero que el que se obtiene por el camino, entre magulladuras y arañazos,  con mal tiempo o mar en calma. Y aunque es demasiado listo como para caer en nuestras redes, se acercará a nosotros porque compartiremos todos nuestros años en su mismo sendero. 

Así es como dejó de perseguir ideas encantadas que huían de sus brazos, así es como se hizo amigo del saber, encontrado en la paciencia y la constancia, los cimientos que poco a poco sostenían lo que él iba construyendo. Así es como empezó a disfrutar con cada paso que daba, mientras enseñaba a otros a conocer al sabio amigo que se escondía en sus palabras.



viernes, 26 de junio de 2015

Realidad

-Azul

-No, el mundo es rojo- discutían los dos, durante toda su vida, hasta que un extraño que pasaba por ahí intervino:

-¿Y si fuera multicolor?

Los dos se giraron para ver quién había dicho semejante tontería. El náufrago dejó de ver desiertos de mar y el niño lagunas de sangre. Ambos se asustaron al no reconocer el resto de colores de la realidad que tenían a sus espaldas.



lunes, 1 de junio de 2015

MUSAS DE PRIMAVERA, con motivo de la entrega de premios

Unas palabras con motivo de la entrega de premios del Primer Certamen Literario Internacional "Musas de Primavera", celebrada a principios de mayo en Paradela (Lugo).

Un mensaje para los asistentes de aquel día y para todo el que quiera dedicarle una pequeña parte de su tiempo:


"Julio Cortázar expresa con gran acierto que las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma. Nada de lo que llene el alma cabrá dentro de las palabras. Porque, ¿cómo se conserva la ternura de un beso?¿Cómo se explica la intensidad de un fugaz amanecer?¿Cómo es posible expresar la desolación que deja tras de sí la ausencia, el desgarro que provoca la muerte?¿Acaso caben la rabia, el odio, el miedo, la alegría, el agradecimiento, la euforia… con toda su esencia en el par de trazos que conforman la caligrafía?

Puede que las palabras no sean más que unas cuantas líneas desordenadas. Sin embargo, en un mundo tan revuelto como el nuestro tienen un increíble poder. Con ellas no solo es posible guardar la historia y sus acontecimientos, derribar fronteras, acercar culturas, mantener el contacto con otras personas, entretener al que lo necesita… Gracias a las palabras es posible ayudar a que muchas vidas encuentren su sentido, con ellas se pueden mover corazones, enseñar a sentir. Nos hablan de empatía al ponernos en la piel del otro, alimentan nuestro saber -no solo en cuanto a conceptos, sino a nuestra sabiduría-. Las palabras nos pueden ayudar a aprender a vivir en esta vida que no está exenta de dificultades, pero que por ello nunca deja de ser maravillosa.

Es imposible que las palabras alberguen el alma, pero su misión -precisamente- es la de ser puentes para que dos almas distintas se encuentren. Con ellas, casi inevitablemente, el escritor acerca al lector a una parte de su corazón. Son imprescindibles (como parte fundamental del arte) para que seamos capaces de soñar, de proyectarnos lejos, para que nos atrevamos a dar un paso más en nuestro caminar, a salir de nosotros mismos, para que aspiremos a dar lo mejor que cada uno puede ofrecer y, a su vez, disfrutemos de cada momento.


Es así como me siento, agradecida a cada persona que sin miramientos ha querido dejarse llevar a un rincón de mi alma, a una parte de mi primavera; concretamente en este Primer Certamen Literario “Musas de Primavera”, y a todos los que han hecho posible su realización. Gracias especialmente a LA TEXTOTECA “El Árbol de Danfi” por ofrecer un medio para expresar lo que florece en nosotros al contemplar esta explosión de la naturaleza, su vitalidad y esplendor. Me siento agradecida y responsable de mis palabras y del poder que tienen para dar respuesta a diversas necesidades que experimentan muchas personas a mi alrededor. Responsable, también, de aprender a mirar con otros ojos, que sean capaces de ir más allá de lo superficial; y a vivir con coherencia a mis palabras. Escribamos desde la verdad, desde la transparencia. Hablemos al mundo de la belleza que a veces ocultan un par de sombras. Vivamos desde la humanidad, abriendo las manos y vaciando el corazón. Abracemos las pobrezas, no para seguir pisoteándolas, sino para ayudar a construir. Tenemos una herramienta preciosa con la que dibujar en la historia de los demás: nuestra vida. Usémosla para que el amor deje de ser una utopía. Disfrutémosla para que –como las musas primaverales- enseñemos al otro la belleza de existir."

María Armas López de Vergara
A 2 de mayo de 2015




miércoles, 27 de mayo de 2015

Con mano izquierda (a todos los zurdos, a todos los diestros)

-¿No quieres seguir comiendo?
-No es eso, es que tengo la mano izquierda cansada.
-¿Y no puedes comer con la otra?
-Solo soy ambidiestro para subrayar.

No hicieron falta más palabras para que una serie de pensamientos se desencadenaran uno tras otro, como ese truco de magia que te hicieron el otro día, en el que al tirar de un pañuelo te encontraste una gran cantidad de tela anudada que salía de la manga de tu hermano, sin parecer que aquello tuviera fin. 

Te preguntarás qué pienso, como muchos han preguntado siempre.
Pienso que tal vez sería mejor para todos aprender a escribir con la izquierda. No tengo ni idea porqué a unos nos resulta más fácil aprender con una mano y a otros con otra. Recuerdo que cuando la profesora nos pedía que levantáramos la mano derecha y después la izquierda para ver si sabíamos distinguirlas, yo pensaba en el lío que los zurdos se hubieran hecho: si la derecha es la mano con la que escribo, entonces mi izquierda es su derecha; y si la izquierda es la otra, su izquierda es mi derecha...

Pienso que tal vez sería mejor para todos aprender a escribir con la izquierda, porque seguramente para los zurdos es más fácil -o quizás más natural- desarrollar la empatía. ¿Por qué? Porque hace no muchos años (puede que aún siga siendo así) todo el mundo escribía con la derecha, y como todo el mundo era diestro estaba mal visto usar la izquierda. O tal vez como estaba mal visto ser zurdo, todo el mundo era diestro. El caso es que los zurdos se han tenido que acostumbrar a usar las dos manos. La izquierda para escribir, dibujar... y poco más. Y la derecha para comer (cosas del protocolo), recortar (es más fácil tener a mano -nunca mejor dicho- tijeras de diestro que de zurdo), subrayar -como tú-...
Por tanto, tendrán una visión más amplia de la vida. Han tenido que ver a través de sus dos manos, que entender tanto la izquierda como la derecha, que desarrollar habilidades con ambas. Si han sabido conciliar estos lados contrarios (o más bien complementarios), no les costará ponerse en la piel del otro, ver y sentir a través de sus ojos, incluso comprenderle.

Es más, seguramente tienen más mano izquierda. Todo el mundo sabe que con mano izquierda se pueden hacer milagros. Y quien no lo sepa, que no dude en experimentarlo. Igual tiene que ver con eso de la empatía...

Pensar, pienso que tampoco debemos renunciar ahora a nuestra derecha. En una casa en la que la mitad es zurda y la mitad es diestra, ¿cómo poder considerar que una es mejor que la otra?¿o que usar una mano es más raro que otra?

Pensar, pienso que deberíamos ser ambidiestros no solo con las manos.


A todos los zurdos.
A todos los diestros.



jueves, 21 de mayo de 2015

Mis monstruos

Hay a quienes les gusta observar y buscar monstruos. No... no son esos que ahora mismo tienes en tu mente. No son los que desaparecen detrás de la puerta del armario, ni los que se esconden en las sombras o debajo de la cama para asustarte por la noche. Si estos existen, solo son pasajeros. Sin embargo, después de toda una vida, he descubierto que hay algunos -de la otra clase de monstruos- que siempre me acompañan.


Te voy a presentar a la causa (o por lo menos gran motivación) de mi impuntualidad. Es pequeño, pero siempre deja una sombra gris enorme. Le encanta susurrarme al oído que todavía me da tiempo de hacer algo más. Su voz es tan convincente que me hace perder la noción de cada minuto. Ten cuidado porque con su tono hipnótico cualquiera se olvida del tictac. No me pidas su nombre, cuando voy a preguntárselo miro el reloj y... ¡qué tarde es! 


El más travieso de todos los que conozco vive en los pies de mi cama, sumergido entre las sábanas. En invierno se divierte jugando con mis calcetines, al muy graciosillo le encanta el escondite. Se pasa las mañanas riéndose mientras observa, divertido, cómo busco sin éxito el calcetín que me falta. (Si lo encuentras buceando también entre tus sueños, no olvides que siente una gran predilección por el del pie izquierdo)


Este es sin duda mi preferido. Nos peleamos mucho, pero le tengo un gran aprecio. Es algo así como el guardián del corazón. No te equivoques, no en el sentido cursi sino en el físico. Es el encargado de avisar cuando hay sobrepeso, para que juntos expulsemos algo fuera. Pero lo paradójico es que el mío lo hace al revés. Cuando estoy convencida de que está lleno, él insiste en meter una persona más, una causa perdida -o recién encontrada-, un nuevo rostro, un proyecto que parece que no tiene valor, un nuevo dolor que quiero ignorar. Él insiste en meterlo todo en el corazón. Y es cierto que a veces duele, porque hay que estirar el corazón y entrenarlo para que nadie se quede fuera. Pero no te preocupes, muchísima gente ha demostrado que el corazón es tan elástico que es capaz de guardar manadas enteras de elefantes. 

Y aunque cueste, la verdad es que merece la pena hacerle caso. Estoy convencida de que el tuyo hace lo mismo... 
Así que cuando lo escuches, aunque sea solo por hoy, hazle caso. Él conoce cada tejido que contiene tu universo, cada conducto por el que brota tu vida, cada latir que te mantiene en pie. Si de algo entiende, es de las dimensiones que tu corazón nació para abarcar.  


Para los buscadores de monstruos
que todos llevamos dentro



martes, 12 de mayo de 2015

Lo que esconde el cristal

Nuestras miradas se buscaban. Jugaban a no coincidir. Bailaban en el tempo de cada día... Aunque solo te vi una vez. Y cuando me tocaba el turno de mirarte te descubría atento al cristal. Como queriendo estar fuera, como imaginando un pasado imposible de representar en un escenario tan cambiante como aquel, como intentando desprenderte de alguno de esos pesos que a veces nos molestan por dentro. O quizás solo planificabas lo que ibas a hacer esa mañana. Pero la verdad es que no lo creo. Tu mirada era mucho más profunda como para estar viendo simples horarios que intentan encajar. 

Tan profunda que ahora, mucho tiempo después, aún la recuerdo. Y ya ves, sin ni siquiera conocer tu nombre, sabiendo que lo más probable es que no te vuelva a ver; escribo sobre tus posibles pensamientos, con la única presencia de tus ojos...
Quizás los recuerdo porque tal vez mientras yo deseaba ir mucho más deprisa, mientras ansiaba llegar ya a mi destino; tú intentabas retener cada instante, disfrutar del trayecto, guardar cada gesto destinado a perderse en el bucle del tiempo. 


sábado, 11 de abril de 2015

El lugar del viajero

Cuando el sol empezaba a caer, se tumbó bajo el gran árbol de la plaza. Allí, en la sombra del árbol de la paciencia -porque así es como había conseguido ser tan frondoso, con mucha paciencia- dejó de reprimir su frustración.

Siempre había admirado a todos los habitantes del pueblo porque cada uno destacaba por un don especial. Él lo había intentado todo, pero no cantaba, ni cocinaba, ni contaba historias, ni dibujaba, ni estudiaba, ni arreglaba cosas, ni... ni hacía nada que se propusiera tan bien como sus vecinos.
Todos estaban tan ensimismados con sus capacidades que no hacían otra cosa que intentar mejorarlas cada día más; y él, que no había encontrado su sitio, se dedicaba a contarle su gran preocupación  a las flores, incluso las regaba con sus lágrimas cuando no soportaba tanto dolor.

Un día, decidió emprender un gran viaje para buscar su don, aquello que se dedicaría a cultivar durante toda su vida. Por eso, con una mochila a la espalda, sin saber si alguna vez volvería a ver aquel lugar, se despidió de todos los habitantes y cruzó la plaza. Sobre sus hombros llevaba todo lo necesario para comenzar aquella nueva etapa de su vida, incluso contaba con algunos regalos con la hoja con la que el gran árbol de la paciencia había querido obsequiarlo o la pluma del ruiseñor que le acompañaba con su canto. Así que con miedo (no tenía ni idea con qué se iba a encontrar), y con mucha decisión caminó y caminó hasta cruzar el horizonte.

Pasaron los días, las semanas y los meses sin tener ninguna novedad de él y la partida de aquel hombre llegó a ser olvidada. Todos los habitantes seguían ensimismados en sacar adelante aquel lugar poniendo al servicio y desarrollando todas sus habilidades. 
De hecho, llegó una gran sequía que hizo que los agricultores inventaran nuevas técnicas de regadío, cambiando también sus cultivos; los constructores buscaron nuevos pozos y levantaron un pequeño embalse; los músicos compusieron cantos a la lluvia y sus melodías adquirieron unos suaves matices que hicieron que sus técnicas mejoraran; los cocineros tuvieron que cambiar los hábitos gastronómicos del pueblo -sin que ello afectara al buen sabor de sus platos-; los tres maestros enseñaron a los niños a aprovechar bien cada gota de agua; todos supieron adaptarse para que la escasez de lluvia no resultara un gran impedimento para sus vidas. 

Una buena mañana, después de mucho tiempo, llegó el viajero olvidado. Se había equivocado en un cruce de caminos y por error ahora volvía a su hogar. Los niños que jugaban en el patio de la escuela fueron los primeros en reconocerle. Todos los habitantes se alegraron mucho del reencuentro. Y llenos de curiosidad le preguntaron cuál era su don especial:
-He estado con muchas personas pero ninguna me ha podido ayudar a descubrirlo. Me han enseñado a hacer todo tipo de actividades pero cada vez que probaba a hacer una era más torpe que en la anterior. He llegado hasta pueblos muy lejanos y exóticos pero de nada me ha servido, no he podido cumplir el objetivo del viaje.
-Vas a seguir buscándolo en el pueblo mientras vuelves a cuidar de las flores, ¿verdad?- preguntó una de las niñas que había corrido a abrazarlo.
Entonces miró alrededor y todos cayeron en la cuenta de que casi toda la flora había muerto, todos habían estado tan ocupados que ni siquiera se habían acordado de ellas. El pueblo se había vuelto triste, y hasta ese momento nadie había hallado el motivo.
-Siempre has manifestado tu don solo que parece tan pequeño, tan normal, que ha pasado desapercibido a los ojos de todos- dijo el sabio del pueblo.-Gracias a él puedes darnos alegría, color, esperanza, llenar de aromas nuestros caminos, belleza... Quizás no lo hayamos sabido apreciar pero ahora sabemos lo importante y lo especial que es. 
Y era cierto, solo el don que él tenía para las plantas haría que el gran árbol de la plaza -que había perdido la paciencia porque no quedaba ni un resquicio de verde entre sus ramas- volviera a cobijar a todos y a ser más espléndido aún que en sus mejores tiempos. Gracias a sus cuidados las flores -que no querían vivir en un lugar en el que se olvidaran de ellas- volvieron a llenarlo todo con su fragancia. Surgieron nuevas plantas medicinales, pero la mayor medicina fue el optimismo y la felicidad que empezaron a brotar dentro de cada uno de los habitantes del pueblo; fruto de vivir rodeados tantos tonos verdosos y de flores tan cuidadas, pero que además aumentaba a medida que fueron dando valor a los gestos más sencillos, pequeños y corrientes.




jueves, 19 de marzo de 2015

El ramo de Marcos

Decorado con sus pecas, Marcos era un niño muy orgulloso, con buena predisposición al enfado, pero de muy buen corazón. Siempre con un lazo diferente en su peinado, Marta era una niña traviesa, original y un tanto sensible. Sucedió que un buen día Marta y Marcos se conocieron. Se llevaban muy bien, pero pasaba que con mucha frecuencia se peleaban. Se peleaban de forma que a los cinco minutos no recordaban la causa de la discusión, y su disputa se disolvía en un ataque de risa.
Sin embargo, un día ella decidió que estaba cansada de tanto discutir. Y él, con un corazón más grande que su propio orgullo, se dio cuenta de que estaba de acuerdo con Marta. Su amistad no podía basarse en peleas. Los dos se preguntaron durante un buen rato cómo podían hacer para recordar que el aprecio que le tenían al otro era más importante que cualquier ataque de egoísmo, pero a ninguno se le ocurrió una solución apropiada. 

Tan importante les parecía cuidar su amistad que al par de días aún no habían olvidado la conversación. Estaban sentados en el césped del parque cuando Marcos, tal vez inspirado por la creatividad de la niña, se levantó para acercarse a las plantas que se encontraban en el borde del camino. Cuando volvió, le ofreció un ramo de flores a Marta: "Ya sé, podemos intentar no enfadarnos por lo menos hasta que se marchiten estas flores. Así, cada vez que empecemos a discutir nos acordaremos de ellas y evitaremos cualquier pelea. Podemos esforzarnos por ser muy buenos amigos mientras cuidemos las flores, porque cuando las cuidemos también estaremos cuidando al otro". 
Marta, muy entusiasmada por la idea que se le había ocurrido a Marcos dividió el ramo en dos partes. Paradójicamente, los dos pensaban que esforzarse hasta que las flores marchitaran resultaría más fácil y más asumible que tener una meta tan lejana como, por ejemplo, toda su vida.

Resultó ser que cada uno cumplió con su parte y su amistad fue siempre muy fuerte y sincera. El secreto de su relación fue -como en sus últimos años recordarían con nostálgica alegría, mientras observaban unas empolvadas flores de colores-  que aquellos niños no sabían que entre sus manos tenían un ramo de siemprevivas.



sábado, 28 de febrero de 2015

Sorpréndeme

En esta tarde de otoño, me gusta cómo la luz se filtra en nuestro mundo. Me gusta cómo las pinceladas de nubes planean por el intenso azul y cómo, sin pensarlo, no es la naturaleza la única que me sorprende.

Me gusta esa conversación inesperada a la sombra de un árbol, la pasión de tus años expresada en cada arruga. También me gusta cómo extiendes la mano para que otros ni se caigan, ni tengan miedo al caminar. Me gusta tu mirada tierna cuando la coges en brazos, y esos ojos atentos a lo que él pueda necesitar. Me gusta el entusiasmo y la alegría que transmites, y el humor que siempre salva de la desesperación.
En esta tarde, en la que en algún lugar estarán cayendo hojas secas sobre la acera, me gusta cómo la luz acaricia tu sonrisa.
No es que crea que eres perfecta, sociedad.
Pero me gusta reconocer que tienes muchas cosas buenas, razones para la esperanza.

Sin embargo, te queda mucho por decir, por cambiar, por descubrir, incluso por gritar (gritar sin desgarrar la voz en la garganta, sino enseñando con la humildad de la verdad). No hace falta que lances aviones de papel sobre los que se aferren los deseos escondidos, ni que llenes el mar con botellas portadoras de un mensaje pidiendo auxilio. Pero sí estaría bien que resonara entre tu gente alguna pregunta, alguna inquietud... algo que haga levantar las cabezas y vaciar las manos. Que terminaras de despertar.
La música ya está sonando.
Solo falta que empieces a bailar.



miércoles, 21 de enero de 2015

Suspiros de una rosa

Una rosa sobre la mesa. Cerca de ella hay un calendario desesperado por pasar página. Un misterio en Italia, la vida de un niño en Barcelona,  el retrato de la ternura, los bolsillos de un abrigo que transportan la esperanza, el puzle de la historia de aquella familia, travesías a bordo de un velero y muchas historias más laten tranquilas, reposando sobre la estantería a la espera de que de sus personajes puedan volver a tener vida. Por todas partes flotan recuerdos: algunos atrapados o encarnados en diferentes objetos, otros capturados en un par de fotografías; aunque la mayoría aún permanecen suspendidos en el aire. Hay música -¿por qué no?-, eterna compañera. Con un poco de imaginación a lo mejor aciertas lo que está sonando en este momento. A su ritmo navega el guardián de los sueños, puede que no sepa el rumbo y simplemente se fíe del capitán (o capitana); también puede que se dirija a donde yo, o mi subconsciente, le diga. Aunque ahora que lo vuelvo a mirar parece que va hacia el sol, dejando atrás la segura orilla y meciéndose hacia el horizonte. Un poco más lejos, se esparce el conocimiento aferrado a la azul caligrafía de estudiante. Indudable prueba de que el saber sí ocupa lugar. Unas gotas de lluvia golpean ligeramente el cristal, como queriendo llamar la atención. Fuera, un reciente “TE QUIERO” blanco tatuado sobre el asfalto que podría ser el pistoletazo de salida de una historia distinta a esta. Y, sin embargo, lo único que ilumina la habitación es el aliento de esa rosa roja en su lucha por abrir los pétalos, a pesar de que el tiempo le diga que ya es hora de empezar a marchitar.