martes, 29 de abril de 2014

Absorto en la inmensidad

Era ya la hora de irse a dormir pero no estabas en tu cama. Ni en tu habitación, ni en el pasillo, ni delante de la tele, ni siquiera en el ordenador. Nada más caer el sol solías ponerte el pijama, cenar cualquier cosa que hubiera sobrado del almuerzo y, con las mismas, acostarte esperando que alguien fuera a darte un beso, a acurrucarte o a darte las buenas noches. Pero esos días no eras el mismo. Te acompañaba un dolor que tus pensamientos no podían entender, quizás era la primera vez que más cercana sentiste la ausencia, la muerte.
Por eso, te encontré en la cocina, absorto en la ventana. Me contaste que ahora ella se había convertido en esa estrella que tanto tiempo pasabas contemplando, aunque no sé exactamente a cuál me señalabas.
Con esa mágica idea, tu tristeza se fue erosionando hasta convertirse en una nostalgia pasajera que aparece cuando, aún años más tarde, abres la ventana para inundar tus pensamientos de inmensidad, la inmensidad que solo te puede dar el universo iluminado con sus astros. 
Y ahora soy yo la que me sorprendo mirando al cielo cuando tampoco entiendo, como si nuestros ojos se sintieran atraídos por la luz que atraviesa el firmamento. De alguna manera me has enseñado a mirar siempre más allá de la oscuridad.




No hay comentarios:

Publicar un comentario