pero no de cualquier manera.
Ponte en marcha,
levántate con todo
lo fuerte y lo débil,
lo bueno y lo malo,
conocido y por descubrir.
Despierta,
aleja la indiferencia.
Contempla y abraza
aquello que el otro
necesita de ti;
abre tus manos
y empieza a latir.
Despierta...
es la hora de vivir.