Sembradores
de caricias
entre
las llagas del dolor,
que
llevan la alegría
al más
escondido rincón.
Con su
presencia iluminan
la soledad
del adiós,
sus
palabras se hacen vida
con
ternura e ilusión.
Dan la
mano y caminan
con quien tiembla en su interior,
en la
sencillez de cada día
construyen
un mundo mejor.
Los
pequeños detalles cuidan
con
esmero y atención,
con su
abrazo alimentan
a los que
necesitan comprensión.
Son
luchadores de la justicia
de la
esperanza y el amor,
santos
que viven y sueñan
como tú
y como yo.
Santos
que dedican su vida
a
seguir la voz de Dios.
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