Para dar gracias
Si
quisiera dar gracias
mirando mi vida,
no
podría olvidar
los
primeros pasos,
las
risas desahogadas,
los
primeros vocablos.
No
podrían faltar
los
atardeceres pintados
ni las
coloridas mañanas,
ni la
Luna que atrapamos.
Ni las
historias vividas
que sumergidas
en la mar,
y enraizadas
en el monte,
aún
sueñan por el espacio.
Si
quisiera dar gracias
no
podría dejar atrás
cada
rincón del mundo,
aunque
quepan todos juntos
en la maleta de algún explorador.
No
podría pasar
del
sabor a tierra del fracaso
ni de
toda su enseñanza
para
que hoy sea ilusión.
Ni
siquiera podría callar
el
explosivo arte,
el arte
–helarte- de la emoción,
que con la respiración permite volar…
El arte
de sentir, de llorar,
de acoger,
de saltar, de expresar,
de
perder y de encontrar.
El arte
de vivir… El arte de amar.
Si
quisiera dar gracias
empezaría
por lo más importante
cada profunda
mirada,
cada
rostro, cada voz, cada mano.
Cada
persona que con su ser
y con
su nombre,
viven guardados
en mi corazón.
Si
quisiera dar gracias
no
podría decirlo:
no cabe
tanto en las palabras,
ni en
un verso, ni en la rima,
ni en
el ritmo, ni en la forma.
Por eso
no puedo dar las gracias,
pero como sí que quiero darlas
solo puedo aprender
a
agradecer con mi vida;
aunque no tengo vida
para agradecer tanto.
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