jueves, 25 de diciembre de 2014

Nadie

Todos se creían distintos. Todos se sabían iguales.

Nadie les ha contado que es su humanidad lo que les hace iguales.
Nadie les ha contado que es su libertad lo que les hace únicos. 
Que, aunque pisen la misma tierra, transitarán distintos caminos.
Nadie les ha enseñado a ser valientes, a abrirse a otros.
Nadie les ha enseñado a pensar diferente y respetar cada diferencia.
Que la alegría es mucho más que un grito. Porque está claro: también los afónicos tienen derecho a estar alegres.

Todos se creían distintos. Capaces de ganar el mundo.
Todos se sabían iguales. Mismo número de pies y, con suerte, mismo número de manos.

Pero, como siempre, no escucharon a Nadie.
Todos, como siempre, olvidaron lo que habían aprendido con Nadie.
Todos se creyeron mejores -siendo iguales- que él.
Todos vieron en el error, la guerra; en la caída, la traición; en el juego, la amenaza; en el perdón, la mentira.

Todos menos un niño que, con todo lo bueno que tienen los niños, supo escuchar.
            Un niño que se equivoca al pronunciar sus primeras palabras.
                      Un niño que se cae cada vez que quiere caminar.
                                   Un niño que juega sin descanso.
                                        Un niño que solo conoce
                                                    la verdad.   






No hay comentarios:

Publicar un comentario