jueves, 15 de agosto de 2013

El baño del verano

Es el baño del verano. El más esperado durante todo el año. De hecho, con él muchos inauguran sus vacaciones. Otros no las consideran completas hasta que lo disfrutan. Es el chapuzón en el muelle.
Un salto al vacío que culmina en lo alto de la ola. Hace calor y la fresca temperatura del mar se agradece. Miro al cielo. Un avión parece dirigirse a la luna creciente. Delante están fondeados todo tipo de coloridos botes pesqueros. Cada uno con diferentes hazañas marineras sobre sus maderas, que seguro que sus propietarios habrán exhibido en algún momento. Sobre los barquitos vuelan gaviotas (o pardelas), maestras del planeo sobre el aire. A lo lejos, la playa. Detrás, el muelle. Mayores y niños contemplan la escena, mayores y niños se tiran al mar desde donde se encontraba una antigua grúa azul hasta hace un par de años. El cielo celebra el final del día: a la izquierda, un degradado que abarca desde el azul hasta el naranja (pasando por varios tonos verdes y amarillos); a la derecha, en un fondo amarillo que resalta el oscuro color de los volcanes un inmenso sol se funde con el horizonte, coronando las casas blancas que forman parte del paseo costero del pueblo.

Es un paisaje digno de cuadro. Pero es algo mucho mejor que un lienzo o una fotografía: ahora forma parte de mi verano, de mi memoria, de mi vida. Ahora forma parte de mí.

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