Aún
tengo tu mirada
clavada
en la retina.
Me
persigue,
de repente aparece
como en
aquellos días,
buscando,
esperanzada
luz en
la noche más temible.
Aún
encuentro en ella
esas
olas de mar sangrío
de
sueños muertos teñidas
al
sufrimiento, indiferentes.
No
comprenden que la vida
es
mucho más que un camino
que no
cabe entre fronteras.
Aún
recuerdo tu paciencia
llena
de fe y esperanza,
y en
cada ojo reflejado
lo poco
que nos hace diferentes:
la
experiencia de tus años,
el
dolor a tus espaldas,
tu
humanidad, mi indiferencia.
Aún lo
recuerda tu mirar,
no solo
las palabras hablan
lo
importante en el fondo
es lo
bueno que cada uno
guarda
sin máscaras ni despojos,
lo que
su corazón canta
con la
verdad de su propio amar.
No sé
si he aprendido
que a
los dos nos brillan
con el
mismo brío las estrellas.
Ni sé a
dónde me llevarán
el
desgarro y la impotencia,
si
caerán en esa cima
donde
ignoro todos los gritos.
Pero
aún veo tu mirada, Fhal,
clavada
en mi retina.
Me
busca,
me
saluda y me recuerda
lo
grande que es la vida.
No sé
qué encontrabas, Fhal,
en mi
pobre y torpe escucha.
Espero
que nunca deje
de hallarme
en cada esquina,
me
interrogue y despierte
del
solo verme a mí misma.
Aunque
no pueda una mirada
cambiar
a todo un mundo,
a mí sí
que me cambia…
Aún
espero tu mirada, Fhal,
grabándose
en mis pupilas.
Dándome
un poco de tu confianza
de tu
esperanza y justicia.
Que no
se me olvide pronunciar
tu
nombre, con toda tu vida.
Guardo
tu mirada, Fhal…
y te ofrezco la mía.
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